Conseguir el compromiso es la mejor manera de insistir

Es la manera en la que se interioriza y permanece lo que queremos que la otra parte haga

El verano ha finalizado y una de las imágenes típicas que podemos ver en él es ver a un grupo de padres con niños comiendo al aire libre en un chiringuito o en una cervecera. Al ser al aire libre los niños suelen estar jugando en zonas habilitadas para ello, mientras los padres conversan entre ellos en la mesa. (nota: para mí que los dueños de estos lugares tienen un convenio especial con los ángeles de la guarda y les pagan pluses de peligrosidad y fin de semana, de otro modo …)

Cuando por fin, tras la receptiva y larga espera, llega tu comida llamas a tus niños a comer. Si eres padre o madre ya sabrás que a la primera no vienen … ni a la segunda … ni a la … acaban viniendo cuando vas tú a por ellos y los traes (y no suele ser al primer intento).

Mi reflexión de hoy: Si a tus hijos, que deben tener hambre y estar sedientos, hay que llamarles 4 o 5 veces y acabar yendo a por ellos,
¿qué te hace pensar que tu colaborador o cliente te va a hacer caso a la primera?

Creemos que porque ya lo hemos dicho nuestro colaborador lo va a hacer (y esto lo piensa hasta quien tiene hijos, increíble). A la mayoría de las personas hay que insistirles para que cambien de hábitos, tomen una decisión o realicen una acción.

Podemos insistir de forma machacona o hacerlo de forma profesional. La primera no digo que no funcione, aunque en cuanto cese el estímulo, cesará la acción. Con la segunda se interioriza y permanece.

¿Qué es eso de la forma profesional? Buscar compromisos. No consiste en yo digo y tú haces (lo del rey Sol se acabó ya hace unos cientos de años), sino en conseguir el compromiso de la otra parte en que lo va a hacer.

Después de conseguir ese compromiso tienes que acordar cuándo va a hacer la acción (o la primera de ellas si son varias las que tiene que realizar).

Así, la próxima vez que vayas con tus hijos acuerda con ellos que vendrán cuando tú digas que está la comida. Acuerda que dejarán de jugar y vendrán. Que te digan que lo harán.

Esto mismo sirve para tu pareja, un colaborador o, incluso, tu jefe. Pruébalo, verás cómo funciona. (Eso sí, en ocasiones tendrás que perseguirlo, aunque menos veces).